En honor a ti:
¿Por qué te fuiste?
Ahora que me siento entre ahogantes estallidos de amargura, me parece que nunca hubiera importado nada. Sabes, no puedo creer que tanto haya pasado, cómo me pudiste mentir así, cómo pudiste permitir... y por qué ahora, no lo puedo creer, por favor, no, no, no, no. Cuánto quieres que lo grite, si mis oídos ya quedaron sordos de tanto gritar, si ya ni siento la voz de tanto implorar. ¡Mentira! ahora sí que siento que te odio, por tu maldad, ¡ingratitud!
Ni siquiera puedo escribirte, me robaste todo... me rajaste el alma, ¿sin saberlo? no lo creo, mierda.
Exploto, palabras vanas para este sentir inefable. Tan injusto este sufrir, amargo, ácido de ti.
Ahora que estoy en grietas te vas a caminos mejores, que te vaya mal, porque no quiero nada para ti, solo que... solo que no sé ni lo que digo. Hasta esto lo echaste a perder.
Espérame un poquito, nada más.
Báñate en tu nada, mal ser.
Te acuerdas, ahora que repudias lo que fui, de todas las veces en que me convertí en tu andar cansado. Recuerdas, ahora que me olvidas entre recuerdos del pasado incierto - eterna verdad - cómo respiraste a través de mí. Piensas, ahora que te forjaste de hierro fútil, cuántas veces bebí de tus lágrimas para saciar esos gritos que en tu mente enferma manaban sin cesar y que te atormentaban y te perseguían y no te dejaban querer, porque ya no había ese sentir sobrehumano en tu alma podrida por el cansancio de un trepar errante por las colinas de tus sentimientos, los que no conocías. Así, solo tú puedes ser así. Solo tú puedes mirar hacia otro lado, en tu nube putrefacta, tratando de ignorar lo que no puedes comparar, porque nunca más lo vas a hallar. Húndete, profundo, entre mis recuerdos, que aunque los quieras borrar, son parte de ti.
Fuiste lo que yo quise por el tiempo que tú lo deseaste; funesto juego que me obligaste en que me obligaste a participar. ¿Y para qué, si sabías que te ibas a hacer ganar?
Quédate en esa lastre de vida mediocre, que yo acá seguiré hablando desde mi ponzoña, que tú mismo cultivaste y ahora se cosecha sola, mala cría igual que tú.
Y te seguiré esperando en mis sueños efímeros, creyendo que así será; aunque ya no quiero dibujarte más, ¡vete! no me dañes más.
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