El tiempo pasa y la mayoría de las veces no quiere esperar. ¿Acaso habías considerado eso? ¿Que la vida no se detiene? y tú tiendes a mantener la pretensión absurda de que a ti, ja!, se te va a hacer fácil poder recuperar lo que no has sabido cultivar en eternos ciclos de inconstancia. Y por qué tienes tanta seguridad, es que tienes algún método de esos ridículos que haces creer infalibles. No, tal vez sería mejor que comenzaras a darte cuenta de que no se detiene para ti. Y si no lo quieres aceptar, mira cómo ha seguido su camino acelerado sin pensar en lo que fuiste. Si, la vida, de ella te hablo. Y si no te da miedo es porque, en realidad, no aplicaste el debido respeto, porque por mucho que quieras hacer ver lo contrario las cosas para ti nunca fueron del modo en que las hiciste aparecer para todos los ojos ingenuos que, recuerda, solo por ahora están atentos a los movimientos falaces que has disfrazado de sutileza.
Ya es hora de que te vayas, pero esta vez sin un retorno incesante, sin las esperanzas consabidas y que te ayudaban a mantener esa seguridad barata; porque era falsa.
Tu camino se torna sombrío, lo verás en cada detalle de tu andar errabundo, en cada cara que repudie esos ojos furibundos que entregues ante sus negativas, las mismas que te solían dejar en el enfado que consumió tu candidez. Ya no probarás las palabras revitalizadoras que... ya, la verdad es que me cansé, porque me estás haciendo caer en tu juego asqueroso, ese que sueles esconder en confusiones aprovechadas, porque abusabas de mi buena voluntad. Asco. Mira, yo me quedo en mi bienestar y mi simpatía, en mi paz y frugalidad y tú en tu nada.
Y ya te veo... en aquella plenitud ridícula, con esa bastarda sensación de amor inconcebido, porque reconócelo, no lo tuviste.
Y ya te veo... en aquella plenitud ridícula, con esa bastarda sensación de amor inconcebido, porque reconócelo, no lo tuviste.