
y si no me cansaba de mirarte así, fulgurante, entre cada movimiento que hacías y que para mí era un destello de luminosidad, de hermosura, de sentimiento tan profundo que no lo alcanzaba a comprender, y que me ahogaba. ¡Ah!, sí, porque así lo sentía todo el tiempo, cada instante en que te sentia a mi lado respirando fuerte como no sé porqué hacías, o es que yo te sentía así, fuerte; como lo que me faltaba a mí. Es que siempre te glorifioqué y no por las ganas de tenerte así para siempre en esa emoción perdida, sino porque así te sabía más en mi interior, más porque así yo me sabía dando eso que tanto acumulaba en mi cuerpo. Y así, de pronto, sin medirlo y sin temor terminé posándome de apoquito, una vez, dos veces, hasta tres y cuatro ya así de forma segura y sin miedo, mis labios así, encima tuyo... ¡y cómo fue eso! sentir tu olor profundo que ahora se hacía más mío, que ahora se terminaba de grabar en mi para siempre, para nunca más abandonarme. Ese mismo olor profundo y pesado, muy denso que me daba susto cuando noté que lo reconocía; y luché contra eso, porque no quise seguir registrando esa resina que me dabas y que ya era parte de mi vida... ahora, ¡uf! ahora ese aroma perfecto de perdición está en mí y te pido perdón por ello, por robártelo, por abusar de tu inocencia de personita crédula, por hacerlo mío sin pedirte permiso. Ese solo olor, ese mismo que me trastornaba de manera misteriosa cuando estaba a mi lado su fragancia, ese mismo olor que me causaba temblores absurdos en mi estómago, que me daban más temor porque sabía a que me estaba encaminando, supe reconocer el lugar donde me llevaba. Y ahora, ahora que es mío ese aroma y que mis labios lo sellaron y lo recuerdo con tanta alegría, porque sé que nunca se te besó con tanto amor, nunca tomaron tu olor sin quererlo con tanto deseo. Ay, ese aroma, que rico tu aroma en mi nariz, como entró, como me amarró y me estremeció hasta la última parte de mi cuerpo. Y no te pierdo, porque te siento en mí cada día, y porque ahora respiramos el mismo olor.