hace ya tres días que te recordé en la respiración de la neblina helada
hace tres días que me entraste con el hielo de la mañana, con el frío y la humedad volviste a caer en mí... y se volvió helada mi respiración, se plasmó de toda esa congelación cero grado que había. No me gusta, me da miedo. Y que raro como me gusta, que tortuoso, que sádico, que absurdo es estar buscándote en la neblina, que cuirioso es estar sintiéndote en cada respiración helada.
La lluvia y su invierno, la helada mañana y su escarcha, ese hielo perpetuo que se mete por las narices cuando inspiro desde la ventana, como si hubiera sido ayer que miraba como llegabas, como esperaba con ansias y dolores y espasmos en la guata tonta, pensando, pensándote (como ya no eres), sintiendo que configuraba en cada hielito que quedaba quemándome la nariz, un poco de tu presencia en mí ausente. Porque ya no existía...
y ahora... ahora que trato de reconstruirte en pedazos, por parte, añorando aquellas pequeñas señales, aquellas extrañas divagantes ingenuas y perdidas insinuaciones, esos retazos de tu vida y de tu cuerpo pétreo (para mí)
sí, como sí, claro que sí... claro que sí, que te recuerdo, que me acuerdo de la clavícula , de esos huesos, de esas cosas que nadie más que tú conoces como yo conozco, de ese recuerdo reminiscente que nos ensoñamos y que nos conminamos a seguir creando, que falaz!
que engaño
que ilusión
que mentira
que falaz!
... cada pedazo que reuerdo, cada momento de contemplación y de profunda inspiración, que fue y que ahora me llega otra vez, y que entre hielos fríos y esta niebla que respiro y que me hace ver que solo yo respiro y que no así te respira a mí en ti, porque no respiras (a mí)